EL CANTAR DEL CID
Rodrigo y las tropas de al-Mutamin vencen en Almenar al Rey moro de Lérida
"Convocó a sus deudos y vasallos, díjoles cómo el rey le mandaba abandonar su tierra dentro del corto plazo de nueve días, y que quería saber quiénes de ellos estaban dispuestos a desterrarse con él y quiénes no. —Y a los que quisieren venir conmigo —añadió—, que Dios se lo pague; y de los que prefieran quedarse aquí, quiero despedirme como amigo. Y su primo hermano, Álvar Fáñez, le contestó: —Con vos, Cid, con vos iremos por yermos y poblados, y no os hemos de faltar mientras tengamos alientos. En vuestro servicio se nos han de acabar nuestros caballos y mulas, dinero y vestidos. Ahora y siempre hemos de ser vuestros leales vasallos. Todos aprobaron lo que dijera don Álvaro, y el Cid lo agradeció mucho a todos. En seguida partió de Vivar, encaminándose a Burgos. Desiertos y abandonados quedan sus palacios. Con los ojos llenos de lágrimas, volvía la cabeza para contemplarlos (por última vez). Y vio las puertas abiertas y los postigos sin candados: vacías las perchas, donde antes colgaban mantos y pieles, o donde solían posar los halcones y los azores mudados. Suspiró el Cid, Ileno de tribulación, y al fin dijo así con gran mesura: —¡Loado sea Dios! A esto me reduce la maldad de mis enemigos." Fragmento del Cantar
LEER CANTAR DEL DESTIERRO
ARGUMENTO Y ESTRUCTURA
Rodrigo y las tropas de al-Mutamin vencen en Almenar al Rey moro de Lérida
"Convocó a sus deudos y vasallos, díjoles cómo el rey le mandaba abandonar su tierra dentro del corto plazo de nueve días, y que quería saber quiénes de ellos estaban dispuestos a desterrarse con él y quiénes no. —Y a los que quisieren venir conmigo —añadió—, que Dios se lo pague; y de los que prefieran quedarse aquí, quiero despedirme como amigo. Y su primo hermano, Álvar Fáñez, le contestó: —Con vos, Cid, con vos iremos por yermos y poblados, y no os hemos de faltar mientras tengamos alientos. En vuestro servicio se nos han de acabar nuestros caballos y mulas, dinero y vestidos. Ahora y siempre hemos de ser vuestros leales vasallos. Todos aprobaron lo que dijera don Álvaro, y el Cid lo agradeció mucho a todos. En seguida partió de Vivar, encaminándose a Burgos. Desiertos y abandonados quedan sus palacios. Con los ojos llenos de lágrimas, volvía la cabeza para contemplarlos (por última vez). Y vio las puertas abiertas y los postigos sin candados: vacías las perchas, donde antes colgaban mantos y pieles, o donde solían posar los halcones y los azores mudados. Suspiró el Cid, Ileno de tribulación, y al fin dijo así con gran mesura: —¡Loado sea Dios! A esto me reduce la maldad de mis enemigos." Fragmento del Cantar
LEER CANTAR DEL DESTIERRO
ARGUMENTO Y ESTRUCTURA